El "rebound" (rebote) no es una disciplina deportiva definida. No hay un estilo, un cronómetro, un jurado... y no hay ejercicios con puntuaciones que asignar.
No existe ni siquiera un aparato estándar que pueda ser un referente, existen en otros deportes pero no en el rebote.
Sin embargo, el deseo de saltar es algo antiguo y bien arraigado desde pequeños en nuestra mente.
¿Quién no ha saltado nunca en la cama de casa antes incluso de subirse a una cama elástica? Las primeras camas elásticas son una invención de finales del 1800, simples estructuras compuestas por pocos elementos, un marco, un tejido conectado a él por una serie de muelles que lo mantienen en tensión.
En su simplicidad permiten saltos continuos cada vez más altos y con tiempo de vuelo cada vez mayor, saltos con desplazamientos y giros, saltos acrobáticos sin ninguna regla precisa, solo instinto y mucha diversión.
Pero en un cierto punto de la historia, alguien debió pensar que sería bonito poder desplazarse en el espacio utilizando el rebote, ya no solo movimientos verticales sino verdaderos "paseos".
De aquí la aparición de viejos rudimentarios aparatos calzables como zapatos que simulan el movimiento de la cama... Los encontramos presentes en fotografías del 1900, calzados de trabajo con muelles y rudimentarias ballestas.
El uso principal, vista la dificultad de uso, debía ser el circo, algo que no era para todos, requería mucha maestría pero sorprendía mucho y divertía. En los años siguientes estos primeros intentos de "zapatos con muelles" fueron incluso empleados para entrenar a los astronautas para la caminata lunar.
Aprovechando la baja gravedad, los cosmonautas son capaces de realizar largos saltos a pies juntos a pesar de los pesadísimos trajes protectores.
Para el entrenamiento de estos exploradores espaciales nada se deja al azar, el avanzar rebotando sobre la superficie lunar ha sido identificado como el mejor modo para cubrir mucha distancia en el menor tiempo posible. No caminar o correr... sino increíblemente avanzar rebotando como en una cama elástica infinita.
A la ola del entusiasmo de los paseos lunares y con el advenimiento del plástico como material innovador, llegan en los años 70 y 80 los primeros intentos de construir y comercializar calzados "rebotadores".
Desafortunadamente, el escaso conocimiento de la biomecánica y de los complejos mecanismos que regulan los movimientos del cuerpo humano ha limitado el desarrollo de estos aparatos, equiparables aún hoy a juguetes y no utilizables en el ámbito profesional.
Desde su potencial aún inexplorado y gracias a los conocimientos actuales en el ámbito motor ha comenzado la investigación de Blast para finalmente llevar el infinito trampolín con todas las ventajas de una nueva forma de moverse y entrenarse con impacto articular cero.